viernes, 17 de julio de 2009

AJUSTE DE CUENTAS

El niño que fuí sentía verguenza
(y se esforzaba por ocultar)
su candidez y su amor
por árboles, por pájaros
y la furia que abrazaba sus pupilas
al ver perros y gatos
azotados por la piedra artera
de circunstanciales compañías
de ojo certero y risotada obsena
ante el dolor innecesario.

Pronto se aprende
la cobarde,
silenciosa complicidad
de no reprochar aquello
que lastima la conciencia
ni vindicar al indefenso.

No perdona mi adulto
al chico callado
que empuño la gomera
para ser uno mas,
por no haber atacado
a esos malditos,
crueles humanos,
ni haber golpeado sus caras
o rasgado sus ropas
para vencer el anatema de
"Puto el que siente"
y correr el riesgo de perder
amistades que, de todas formas
preferió no cultivar.

2 comentarios:

india (Silvina Jegier) dijo...

este adulto tiene que volver a mirarse con ojos de niño, aunque acuerdo que es importante poder decir no a tiempo, a uno mismo o a los que nos acompañan, habla de quererse y cuidarse

india (Silvina Jegier) dijo...

este adulto tiene que volver a mirarse con ojos de niño, aunque acuerdo que es importante poder decir no a tiempo, a uno mismo o a los que nos acompañan, habla de quererse y cuidarse