Me convocan poetas
a jugar al silencio
porque soy aquel hombre
que no quería ser.
Sepan que no es
que me haya perdonado,
porque no puedo olvidar
como fue que perdí
la primera y virginal
confianza, la misma
que a todos regalo
única y reluciente.
Pero como andaba
cansado de tristear
deje de creer que era mío
el monopolio del dolor
que tiempo antes
me adjudicara con vileza.
Fue entonces que pude
regalarme una nueva,
la definitiva,
y sólo porque tengo
que convivir conmigo
lo que me reste.
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