martes, 1 de diciembre de 2009

Yeshu'ah

Sucumbí
ante su aliento electrizante
cansado ya
de ser yo mismo.

El incansable trabajador del ocio,
prisionero perpetuo
de horas repletas
con nadas inútiles.

Voy de colgado
en el canal del palier
mientras no sea también
codificado.

Hasta ver llegar al cartero
arrastrando su pena
de saber que ya nadie lo espera
desde que el e-mail lo condeno
a sólo transportar cuentas
(y a lo sumo algún colasionado).

Y me sorprendo al descubrir
espejada
la cara del hombre que soy yo
y no me habita.

Pero tu nombre me trae,
por fin,
de la muerte. Y,
ya sabemos,
nadie regresa a un sitio
sin motivo.

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